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El retorno

Me voy de Argelia, dejo la casa de Oran y esta ciudad en la que he gastado cinco años de mi vida. No sé si volveré, todo depende de las circunstancias, pero lo veo difícil.

Ha llegado la hora de hacer las maletas, de recoger todas esas cosas que cada día se han ido acumulando a mi alrededor para hacerme la vida más fácil, intentando hacer un hogar de lo que antes eran habitaciones frías con paredes desnudas. Es difícil elegir que cosas llevarme porque todo no lo puedo acarrear conmigo.

Cada objeto que sostengo en mis manos me dice algo; un pequeño tallín de barro esmaltado que compramos un día que fuimos a Tlemcen con nuestros amigos, esos que ya no están, que se han marchado antes que yo, aquí solo quedan algunos de los que fuimos y pronto también recogerán sus trastos para marcharse; otros dos tallines de barro que nos regalaron en la boda de Zohier y los cuadros que Fefi pintó en nuestra casa.

Junto a las cosas también recojo los recuerdos que son importantes; un libro que me regalaron en mi cumpleaños “La Algeríe d’antan”, preciosa recopilación de fotos antiguas de Argelia, una foto en un marco de Cati, Fefi, Conchi y Ascen mirando al mar en una interminable playa de Mostaganem.

Estoy recogiendo momentos que forman parte de un trozo de mi vida, cosas sin valor material pero que forman parte de mi capital de recuerdos.

Me llevo mucho cariño, el recibido de mis compatriotas españoles con los que he compartido momentos inolvidables, se que los voy a añorar…, ya los añoro.

Nada más me puedo llevar de aquí porque nada hay para llevarse de este país difícil; ¿amistades?, me sobran dedos de una mano para contarlas, el resto solo han sido acercamientos por trabajo o por interés. Me llevo el cariño de esos pocos; Alí, mi casero; Nadia, mi cariñosa y amable “femme de menage”; Hichem, mi amigo.

Aquí se quedan cinco años de trabajo, cinco años de intentar comprender a este pueblo adolescente que no ha crecido en cincuenta años; me voy sin entenderlos, sin enseñarles nada porque nada quieren aprender, cansado de pelear contra la desidia y la incompetencia que se ha acomodado en esta sociedad y la tiene minada, un país que se mueve a base de sorbos de café, de canticos de mezquitas y de partidos de futbol; donde en cinco años no he visto a nadie leer un libro y donde todos son hermanos pero nadie es amigo.

Me voy huyendo de la soledad que desde que ella se marchó se apoderó de la casa y se me hizo hostil, me marcho en busca del calor del hogar y de mi familia, en busca de mis libros, del rincón donde escribo, de los desayunos en su compañía y de todas esas cosas pequeñas que hacen que la vida sea plena.

No voy a sacudirme el polvo de esta tierra porque aquí he vivido, me llevo el polvo conmigo y los recuerdos, eso para siempre.


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