La cultura, un derecho pisoteado
Hay veces, como podréis observar los que acudís a este rincón a leerme, que no todos son reflejos del pasado los que aquí escribo; os encontraréis con una variedad de temas que me preocupan profundamente y que van dejando reflejos en mí que no puedo dejar de expresar. El de hoy es uno de ellos.
Hoy me he acercado a la Biblioteca Municipal que tengo cerca de donde vivo, hacía años que no iba por allí, tantos como diez años que no ponía los pies en una biblioteca, no soy amigo de tomar libros prestados que me encorsetan en un plazo de devolución, además de que me gusta tener los libros que leo en casa, en mi pequeña biblioteca; siempre he pensado que un libro es la mejor inversión que puedes hacer y la mejor herencia que puedes dejar.
Siempre he ido a la biblioteca a documentarme, buscando información para las cosas que escribo, con el afán de engordar los conocimientos, de saber más, y de poder arrojar luz sobre las cosas que me gustan.
Tras renovarme el carnet, cosa que amablemente me ha hecho una persona que debe llevar al cargo de la biblioteca desde que se fundó, porque yo siempre le he visto allí, me ha hecho entrega de una moderna tarjeta de plástico con mis datos, tarjeta que puedo utilizar en todas las bibliotecas de la Comunidad de Madrid, cosa que me parece bien, es una manera de dar acceso a todos los habitantes de la Comunidad a las distintas bibliotecas. Posteriormente he accedido a la sala de lectura y me ha chocado que estaba exactamente igual que hace diez años, las mismas mesas, las mismas sillas, las mismas estanterías y lo que es peor, los mismos libros.
No puedo decir que me sepa de memoria el fondo de biblioteca de la mencionada, pero si conozco muy bien los volúmenes que hace una década existían sobre el tema que investigo, más exactamente, el reinado de Felipe III y su valido el duque de Lerma; y he de afirmar que estaban los mismos libros de antaño, posiblemente alguno menos, porque se haya deteriorado, pero más, seguro que no.
El espacio de lectura y trabajo es ínfimo, catorce mesas de cuatro plazas por mesa hacen un total de cincuenta y seis personas con sitio para sentarse y poder trabajar, el mismo que había hace diez años; consecuencia, eran las siete de la tarde y la sala estaba abarrotada de chicos y chicas que muy diligentemente estaban estudiando y haciendo sus trabajos en silencio, como debe ser en una biblioteca, no tenía sitio para sentarme y he tenido que espera a que un chaval se levantara para marcharse para ocupar su sitio.
Esto te hace pensar y meditar sobre la situación en la que está la biblioteca de mi barrio, y la conclusión a la que llegas es la de que no se han gastado ni un duro en diez años en mantener vivo uno de los pilares de la cultura del pueblo.
Me he acercado a un expositor donde se exhiben las "novedades de novela para adultos", así lo describen, y he podido observar que salvo tres ejemplares de novelas editadas en 2016, el resto eran de 2014 y 2015, evidentemente se me ha caído el alma a los pies, aparte de que entre los aproximadamente cuarenta libros que estaban en el expositor solo cuatro eran de autores españoles ó hispanoamericanos. El porcentaje es escalofriante.
No se como se dirige una biblioteca, no se que criterios se siguen a la hora de elegir y mantener el fondo, pero estoy seguro de que con la cantidad de libros que se editan a lo largo de un año, ya deberían que haber quitado el espacio de lectura para ocuparlo con estanterías donde dar cabida a un mínimo porcentaje de ellos.
Pero en España la cultura ha pasado a un segundo plano, al parecer ya no tiene cabida en una sociedad donde lo que prima es lo material, donde lo que no se pueda medir con la regla del beneficio hay que despreciarlo, apartarlo a un lado y no gastarse el dinero en alimentar una infraestructura que el único beneficio que tiene es el del bien social y el del enriquecimiento cultural del pueblo.
Es triste, es muy triste que estemos en el mismo lugar que hace diez años, porque lo que no me puedo ni siquiera imaginar es que la gente no demande un servicio como el que da una biblioteca, esa sería la única razón para justificar un abandono como el que yo he presenciado esta tarde.
Están pisoteando el derecho a la cultura, coartando el acceso del pueblo a los libros, reduciendo los espacios dedicados al desarrollo cultural, cargándola de impuestos, en definitiva, destruyendo lo único que puede hacernos libres, el saber, con el único y definitivo objetivo de aborregar a las clases más bajas haciéndolas más dóciles y manejables.
Nos están quitando el alimento del espíritu, y lo peor es que nos lo están robando porque nosotros les hemos dado ese poder entregándoles nuestro futuro a los que solo les interesa el dinero.